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Los taxis "traperos"

  • Abel Medina Sierra
  • 29 oct 2017
  • 4 Min. de lectura

"Llama la atención la responsabilidad del gremio de taxistas frente a los géneros musicales que reproducen mientras están en servicio".

Salía cualquier domingo de un centro comercial de Riohacha, en un taxi de la línea cuya estación presta servicio a los clientes de este mall. Iba en compañía de Solangel y Mauro, mis dos hijos menores. Yo, absorto en quizás qué recuerdo viajero. De pronto mis hijos, estupefactos por lo que escuchaban, me bajaron de las nubes. El reproductor de música del taxi dejaba escuchar, a gran volumen, una verdadera retahíla del fraseo rap con palabras de grueso calibre referentes al sexo que no bajaban de “Dame el c…” o “te doy por el c…” Mi reclamo hizo que el taxista, algo molesto, le bajara el volumen pues no accedió a cambiar la canción. No fue la última vez, ni será, y no solo me ha sucedido con taxis de Riohacha, sino de Maicao.


La escena se ha vuelto tan recurrente que ya he dejado de discutir con los taxistas para que tengan un poco más de respeto con los usuarios. Aquí hay dos temas que llaman la atención. Por una parte, la responsabilidad del gremio de taxistas frente a los géneros musicales que reproducen mientras están en servicio. Las empresas de taxi en estas dos ciudades, están contratando a muchos jóvenes (mal llamados “chirretes”), que trasladan a su trabajo sus prácticas y consumo cultural, entre las cuales está su música preferida. No hay unas normas claras ni aprestamiento formativo de atención al cliente que les haga ver a estos chicos que sus gustos musicales particulares, no deben reñir con el respeto por los clientes. Aquí la pregunta es: ¿Estamos obligados los clientes de taxi a escuchar las obscenidades de estas canciones cuando nos transportamos en ese servicio público?


Por otra parte, si muchos adultos se han escandalizado con el reggaetón, deben reunir mucha tolerancia para soportar este nuevo tipo de música que se está volviendo la preferida entre taxistas jóvenes, peluqueros y hasta estudiantes. Viene la segunda pregunta: ¿Será que los adultos actuales permitirán que sus hijos penetren este tipo de música a los hogares?


No sé si todos quienes las escuchan saben qué género musical es pues se suele confundir con el reggaetón. Se trata del trap, un pariente que no se debe confundir con el reggaetón y que se caracteriza por sus líricas con fuerte y excesiva carga explícita de frases sobre la droga, el sexo, la violencia y el uso de obscenidades. El trap representa para el reggaetón y el hip hop, lo que para el vallenato fueron las canciones de José María Peñaranda, autor de a célebre “Ópera del mondongo” o el muy soez y sicalíptico “Abanico Sanyo” de Luis Enrique Mejía.


Este género musical nació en los 90´s en el sur de los Estados Unidos, emerge cuando los raperos de Atlanta empezaron a mezclar los ritmos del hip hop con los drops y golpes de bajo de la música electrónica. Su tiempo suele ser más lento que el reggaetón, prima el fraseo del rap y es pobre melódicamente; es menos llamativo para el baile que el reggaetón. Su nombre no proviene de “trapear” como algunos dicen, sino que “trap” es una palabra usada en el mundo lumpen estadounidense para referirse al lugar donde venden drogas ilegales. El bakground de esta música, desde sus inicios, está asociado con la cultura del ghetto, incluso, con los pubs con faenas de striptease.


En América Latina, a partir del año 2015 comenzó la fiebre por explorar estos ritmos por parte de algunos reggaetoneros, así que a ellos se les debe que nos haya llegado el trap. Fueron Arcángel y Randy quienes impusieron el primer éxito de trap latino como es “El Pistolón”. Posteriormente, raperos como Yaga & Mackie, De La Ghetto y reggaetoneros como Daddy Yankee, Cosculluela, Ñejo, Farruko, Ñengo Flow, J Balvin Ozuna, Bryant Myers también se montaron en el tren trapero. Para el caso colombiano, no olvidemos todo el escándalo, pero también el éxito de Maluma con su “Cuatro babys” que es un trap. Sin embargo, el preferido de los jóvenes es Anuel AA un puertorriqueño preso actualmente por porte ilegal de armas.


Reggaetoneros como Don Omar han reaccionado contra lo que han valorado como un “anti-reggaetón”, llegando a jurar que, por amor a su hija de 10 años, “nunca haría trap”. (…) Se me hace difícil aceptar que un niño quiera referirse con ese tipo de letras hacia mi hija”, explicó el puertorriqueño. Por su parte, en estos días de publicitó mucho la crítica de Carlos Vives desde Argentina a su paisano Maluma al decir: “A mí hay cosas que me parecen perversas, y se lo dije a Maluma: ¿Qué es el trap? Es un género con temáticas sexualmente explícitas en inglés. Estos jóvenes están copiando eso (…) Es música pornográfica. ¿Dónde ves tú pornografía? En canales especializados, no cuando prendes la tele”.


En la tendencia avasallante de la anti-música, lo que llaman la estética de la obscenidad, la banalización y vulgarización de las líricas musicales, las nuevas formas contra-hegemónicas de las culturas juveniles y la ruptura de fronteras entre cultura popular y arte, se hace casi inevitable que el trap llegue a nuestras casas de la mano de nuestros hijos, y eso sí va a generar choques con los adultos. No todos permitirán que en casa se comience a cantar letras pidiendo o dando sexo, haciendo apología de la droga y el delito. Pero por ahora, ojalá los taxistas al menos consulten con sus clientes, si les gusta la misma música que a ellos. Se vienen tiempos de trapear.

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