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Mary Mosquera @MaryMosquera1

El acordeón: una trashumancia de cinco mil años

Encantado por las melodías y formas interpretativas del acordeón, llegó a Valledupar Mario Chung, un músico panameño que notaba que los de aquí eran sonidos tan distintos a los de su país, por lo que decidió quedarse por dos meses aprendiendo la magia que tienen las melodías en Macondo. Se hizo de amigos, se despidió y regresó al poco tiempo, trayendo con él un instrumento que nunca antes se había visto por tierras vallenatas: el artefacto tiene una caja de resonancia de madera a modo de base sobre la cual van alineados unos tubos de bambú con agujeros como de flauta y una lengüeta, que al soplarse por una especie de pipa y manipular los agujeros produce melodías.


Cuando el investigador Iván Gil Molina lo vio, llamó con urgencia al compositor Alberto ‘Beto’ Murgas Peñaloza de quien conocía su afición por los instrumentos musicales. “Iván Gil me sacó de una conferencia literaria y me dijo: oye Beto, allá hay un hombre con instrumento raro; tú que andas investigando te puede servir la información. Te podrás imaginar cuando yo vi este instrumento; si yo era feliz con la fotico porque ya lo había investigado y ya sabía de qué se trataba”, relata Murgas, mientras sostiene en sus manos el Sheng traído por el forastero, al que le habló con tanta propiedad de la historia del instrumento que éste terminó por donárselo.


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Y es el Sheng, con su antecedente remoto, el origen hasta hoy conocido del acordeón, ya que tiene nítido su principio sonoro, con los acordes de la escala musical. “Son los sonidos del instrumento nuestro, pero no pensaban en acordeón. Fue tres mil años antes de Cristo que apareció el Sheng; por eso es que el acordeón hoy tiene cinco mil años”, explica Murgas Peñaloza, quien a partir de esa adquisición decidió crear el Museo del Acordeón, en el que muestra con teoría y práctica la historia evolutiva del instrumento.


Corría el año de 1777 cuando Peré Amiot, un misionero francés, llevó el Sheng a Europa, donde había un talento innato para la fabricación de instrumentos y al verlo consideraron que a partir de ese principio sonoro podía fabricar uno nuevo. Fue así como años después, un joven alemán llamado Christian Friedrich Ludwig Buschmann hizo la armónica, conocida con nombres como dulzaina, violina, firulina y otros, que tiene el sonido del Sheng evolucionado. Y la armónica tuvo muchas versiones posteriores, pero continuaba siendo un instrumento de boca; es decir, había que soplarlo con la boca para activar el sonido.


“Llegó un momento que ya la revolución industrial había tocado al hombre europeo, entonces empezaron a hacer piezas que ya el pulmón humano no podía mover porque no le alcanzaba la fuerza, entonces inventaron un pulmón mecánico que se llama fuelle; se lo anexaron a dos cajas de resonancia, le hicieron un sistema mecánico en la parte derecha, que es donde va la melodía que permite que uno active unas teclas para que en la parte interna se levante la válvula y le entre el aire; y con una estructura musical interna sale ese aire musicalizado, de acuerdo con la manipulación que se le haga”, explica Beto Murgas, mientras toca en un acordeoncito la misma melodía que tocó en la armónica y enfatiza que “definitivamente la armónica fue el preámbulo del acordeón en el mundo entero; quizás menos en esta región. De la armónica al acordeón fue un pasito”.


Es amplia la información sobre el “acordeón y su origen alemán”, lo cual ha sido cantado por muchos como el acordeonero de dinastía Emiliano Zuleta Díaz en su obra ‘Mi acordeón’, cuando dice: “allá en Alemania te hicieron, pa’ venir a alegrarme en el Valle”; sin embargo, es importante aclarar -aunque ambos países pertenecen al continente europeo- que fue en Austria y no en Alemania donde el 23 de mayo de 1829 fue patentado el ‘accordion’, por Cyrill Demian, un austriaco que junto con sus dos hijos Guido y Karl se dedicaba a fabricar pianos. Lo patentado fue un pequeño fuelle manual con cinco teclas que producía una nota diferente en cada tecla, conforme se abría o cerraba el fuelle.


“Inmediatamente reaccionan Francia, Italia, Alemania, Polonia, Rusia, Checoeslovaquia y todos esos países europeos que ya conocían el principio sonoro y comenzaron a fabricar el instrumento”, dice Murgas Peñaloza y añade que “inicialmente el acordeón en Europa era como el juguete de las damas francesas; lo tenían y era lo que les daba el caché a ellas”. Pero por ser el acordeón un instrumento tan práctico e independiente, ya que no requería de otro para hacer melodías, lo que le permitía ser portátil, se volvió ideal para llevarlo en largas travesías. “Definitivamente el acordeón es un instrumento que nació para ser nómada y empezó a salir a la calle hasta que llega a la parte rural que fue donde más lo acogieron y allí empezaron los campesinos y marinos a coger el instrumento”, precisa Murgas.


La llegada a Colombia


Treinta y tres kilogramos de acordeón ingresados por el puerto de Riohacha, doce kilogramos por el de Cartagena y seis Sabanilla - Atlántico registró la Aduana colombiana en tiempos en que la mercancía no se medía por unidades sino por su peso y en contextos comerciales los años tenían ocho cifras; de modo que estas importaciones tuvieron lugar en el ‘año económico’ 1869-1870 y fue la primera vez que se publicaron datos estadísticos sobra el ingreso de acordeones a Colombia, según ‘Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología Desde el Caribe Colombiano’.


Un dato trascendental que establece tres puertos simultáneos de ingreso del instrumento a territorio colombiano, aunque deja la inquietante curiosidad de saber a cuántos instrumentos equivalían esos 51 kilos, interrogante que le quitaba el sueño al historiador y economista samario Joaquín Viloria De la Hoz, quien en años recientes llego a Valledupar, al museo del Acordéon donde el investigador y compositor vallenato Alberto ‘Beto’ Murgas Peñaloza buscando respuestas.


“Me dijo: maestro, yo quiero que analicemos estos viejos acordeones. La idea era buscar el peso promedio de los acordeones de la época, que eran los de un teclado, y se consiguió un peso promedio de tres kilogramos por acordeón, lo que dio las cifras por unidades: 11 por Riohacha, 4 por Sabanilla y 2 por Cartagena; ese es un dato muy oficial porque está soportado en documentos de la Hacienda Pública de esa época”, narra Beto Murgas y precisa que ya en 1850 habían llegado acordeones a Estados Unidos.


En su texto ‘Un paseo a lomo de acordeón: aproximación al vallenato, la música del Magdalena Grande’, Viloria De la Hoz dice: “Para finales de la década del sesenta del siglo XIX se registran estadísticas con información detallada sobre importaciones y exportaciones, países de procedencia o destino de los productos, puerto o aduana de entrada, cantidad en kilogramos, entre otros aspectos. Hasta donde el autor tiene conocimiento, esta es la primera vez que se publican datos estadísticos de la importación de acordeones en Colombia”.


Sobre esos lugares de procedencia también da cuenta Memorias, explicando del total de acordeones importados en ese año, nueve procedían de Nueva York, cuatro de Bremen, dos de Colón y dos Hamburgo. “Al ser un instrumento producido en Alemania, Italia y Francia en su gran mayoría, es probable que los acordeones que se importaban de Nueva York y Colón fueran comprados en aquellos países europeos para luego ser vendidos en el Caribe y otros países de América Latina”.


Esta información detallada y documentada de manera oficial da luz a las tesis que por años han rodeado el ingreso del acordeón a Colombia, pues como lo menciona el abogado, historiador, escritor, ambientalista y compositor Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa en su obra ‘Cultura Vallenata, Origen Teoría y pruebas’, los interrogantes sobre cuándo llegó el acordeón y por qué puerto penetró se han desarrollado artículos, ponencias, libros, programas de televisión etcétera. “Con el mayor respeto y consideración por los exponentes de esta inquietud, debo manifestar que para mí esto no es más que una necedad que se hace simpática cuando surge el afán infantil de convencer a todos de que el acordeón “entró por Santa Marta” a lo cual responden los contrarios: “entró por Riohacha” o “entró por Coveñas”. Creo sinceramente, en aras de la historia económica y comercial de nuestro continente, que el acordeón al ser producido a nivel industrial y percatarse los productores de que había resultado comercialmente atractivo, lo hicieron circular a través de los barcos mercantes y por este medio llegó de igual manera y al mismo tiempo a todos los puertos de América y del mundo, lo mismo que cualquier otra mercancía”, puntualiza.


Texto publicado en Separata especial del Diario El Pilón, en abril de 2019


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