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  • María Ruth Mosquera @sherowiya

En Montes de Maria se reunen los gaiteros para evocar al ‘Diablo del Tambor’


Es eso lo que cuentan de él: Que tenía un poder sobrenatural para tocar su tambor. Que en las noches de luna llena, los golpes de sus ‘dedos de acero’ contra el cuero del instrumento llegaban hasta el cielo y desde allí se diseminaban por el mundo, imantando a los gaiteros que iban apareciendo y rodeándolo en el patio de su casa, en Ovejas (Sucre), donde lo encontraban sentado en una banca, inundado por el humo de su tabaco y la magia ritual de su arte. Cuentan que pasaban días y noches y más días y él no cesaba de tocar, ni de fumar, ni de beber ron de alambique y que por eso el diablo no podía romper el blindaje de perímetro legendario para entrar a cobrarle una deuda.


Así, el hombre de río, de nombre Francisco Llirene, el que “le quitaba por antojo el cuero a su tambor, le ponía un pañuelo rojo y entonces se oía mejor”, se convirtió en un ícono proverbial de la música raizal del territorio: La Gaita. “Él fue un ovejero, extrovertido, tamborilero, que tocaba su instrumento con una maestría incomparable; el más grande animador de las fiestas que se hacían con gaitas; donde estuviera la gaita, ahí estaba él y donde estuviera él, ahí estaba la gaita”, dice Aníbal Jiménez Díaz, presidente del Festival Nacional de Gaitas Francisco Llirene, que cada octubre agrupa a gaiteros de diversos lugares al municipio de Ovejas para otra vez evocar el arte que hizo inmortal a aquel hombre.


Son muchos los valores agregados de este certamen, comenzando por la importancia de salvaguardar la tradición gaitera de un territorio del que este es su género musical primigenio, el cual hoy es Patrimonio Cultural de la Nación y hace con juicio el curso para convertirse en Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Nación para luego transitar senderos en la Unesco con miras de alcanzar este reconocimiento a nivel de la Humanidad.


La transmisión de esta expresión a las generaciones de hoy es uno de los aportes sobresalientes de esta apuesta, de modo que en el festival se encuentran gaiteros de todas las edades, que concursan en las categorías: infantil, juvenil, aficionado y profesional, en las modalidades de gaita larga, gaita corta, parejas bailadoras de gaita y canción inédita. Será un total de 90 agrupaciones las que este año subirán a tarima a concursar. Adicionalmente, tendrá lugar un foro ‘Vigencias de la música de gaitas en el contexto universal’ y un espacio denominado ‘El forito’ con niños y niñas sobre la historia de la música de gaita.


Una de las bases en las que se sostiene esta tradición son las escuelas de gaita que hoy están presentes en varios departamentos. “Dos municipios que traen sus representaciones de escuelas son San Vicente del Caguán y San Vicente del Chucurí, municipios que –igual que la zona de los Montes de María – sufrió los duros golpes de la violencia, pero “hemos podido borrar ese estigma. Ya a Ovejas no se le conoce como pueblo guerrillero, de violencia, sino todo lo contrario Ovejas es reconocido hoy por su Festival Nacional de Gaitas Francisco Llirene; a nivel nacional e internacional lo que lo identifica es esta manifestación cultural y todas las otras expresiones conexas”, dice Aníbal y agrega que “me pongo emocionado y se me pone la piel de gallina al decir esto.


Tiene razón al conmoverse, pues cuando el Festival nació, el pueblo se encontraba bajo la feroz amenaza del conflicto armado. En ese entonces, hace 32 años, este patrimonio musical ‘andaba en las calles’ como un asunto de viejos, poco le interesaba a los jóvenes, por lo que un grupo de ovejeros materializó la idea de crear escenarios de integración de las nuevas generaciones, convencidos de que la gaita podía ser el factor convocante para que los niños y jóvenes optaran por la música tradicional. ¡Y lo lograron!


“Se pensó que esto podía servir como un escenario de paz, en el que se le dijera a nuestros niños y jóvenes. Aquí tienen la oportunidad para que su tiempo libre lo puedan invertir en algo importante. Quizás al principio lo mostraban con cierto escepticismo, no tenían esa motivación; los primeros años se vivió esa etapa difícil, pero hoy podemos decirle a Colombia y el mundo que tenemos un evento cultural que ha generado logros cuantitativos y cualitativos, que nos tiene muy contentos y que podemos mostrarle al mundo que somos gestores de paz, porque este proyecto es una apuesta de paz”, acota Aníbal.


Por supuesto hay espacio para el saber ancestral, encarnado en esta ocasión en Félix Contreras, un juglar de 88 años al que sus paisanos consideran “un patrimonio vivo que tiene el departamento de Sucre”. Este viejo gaitero, que se coronó rey de un sinnúmero de festivales en la región, pasa sus días en Corozal y a veces va de visita a El Piñal, donde tiene parientes; disfruta de su buena vejez y en los días de urgencias del sentimiento, agarra su gaita y la suena como en sus tiempos mozos, entonces las añoranzas se aquietan y las penas lo dejan tranquilo.


Hoy Félix Contreras llegará a Ovejas, pueblo de antepasados zenúes, localizado en la margen derecha de la troncal de occidente, en el corazón de los Montes de María, a 40 minutos de Sincelejo (la capital del departamento), con una población que supera los 21 mil habitantes y con una riqueza cultural inmensa. Allí, al pueblo conocido como la Universidad de la Gaita, con un festival que –incluso- nació antes que el de San Jacinto, cuyos gaiteros son emblema del mudo, arribarán delegaciones gaiteras de otros departamentos, así como cientos de visitantes, sedientos de conocimientos tradicionales, que vivirán el Festival Nacional de Gaitas Francisco Llirene, del 14 al 17 de octubre. Estos, podrán además vivir la Fiesta de la Raza, cuya conmemoración es parte del objetivo misional del certamen con nombre del hombre que con su tambor trascendió su historia para convertirse en una figura mítica, de la que muchos sospechan deambula en espíritu infundiendo su aliento a los que mantienen vivo su arte.

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