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Álvaro Roca Gerdts @Rocagerdts

'El Cantor del Valle' regresa a su terruño


Me llamo Álvaro Cabas y me considero el Cantor del Valle. Ya todos me conocen, soy del Cesar, tierra preferida…” El Cantor del Valle: hermanos Zuleta Díaz 1974.


Ángel Manuel Cabas

A pocos metros del callejón de La Purrututú, en el tradicional barrio Cañahuate de Valledupar, siendo las 11 de la noche del viernes 23 de diciembre de 1949, Hernestina Soledad Pumarejo García escuchó por primera vez el llanto de su sexto hijo. Ya había parido a Rodolfo, a Ángel Enrique(Jike), a Maritza, a Imelda, y a Dilma y años más tarde con Carlos Alberto, Estela, Elizabeth, María Inés y Luz Ángela complementaría su misión reproductora fruto de la unión con el próspero ganadero y comerciante Ángel Manuel Cabas Fragoso.

Además de ser viernes y víspera de Navidad, esa noche la luna valduparense y la estrella de oriente tomaron un impresionante brillo que, unido al llanto sonoro que retumbó en toda la región, vaticinaron la llegada de un verdadero juglar vallenato.


Estudió la primaria en Valledupar, en la Escuela Parroquial y en el colegio Sagrado Corazón de Jesús (donde estudió con Jorge Antonio Oñate). Y su periplo para ser bachiller lo comenzó en el Loperena, continuó en el Caro de Ocaña y terminó felizmente en el Simón Bolívar de Bogotá, donde se graduó.


Aprendió a tocar acordeón viendo a los maestros Luis Enrique Martínez, Alejo Durán y ‘Colacho’ Mendoza, cuando éstos hacían sus presentaciones en el Café La Bolsa, pleno centro de Valledupar. Y ante la imposibilidad de acceder a este sitio, pues solo contaba con doce años de edad, se asomaba por las ventanas y desde la distancia; con la sola observación aprendió la interpretación de los cuatro aires característicos del vallenato. Ese aprendizaje lo explica como un don divino. A raíz de esto, su padre le compró un acordeón, lo cual no fue del agrado de su querida madre, quien solo accedió al ver el progreso tan rápido de su hijo en el manejo de este bendito instrumento.

Hernestina Pumarejo

Los Zuleta, amigos de su hermano Rodolfo, se hicieron asiduos visitantes al hogar de los Cabas Pumarejo, al igual que Jorge Oñate y los maestros Luis Enrique, ‘Colacho’ Mendoza y Carlos Huertas Gómez. De allí nacen las famosas “paradas” donde Tina (… “Para hacer una parranda donde Tina, con Alvarito, con Adán y con Colacho, con Poncho Cotes y con el pintor Molina, que son valores de la tierra de Pedro Castro”- Abrazo guajiro, Carlos Huertas Gómez 1977). Así la cantaba ‘El Cantor de Fonseca’, que había nacido en Dibulla, La Guajira.


Desafortunadamente, el vil asesinato de su padre en una de sus fincas lo distanció por más de dos años de las lides vallenatas que ya empezaban a ser parte de la vida de este gran acordeonista, compositor y cantante.


Al renovarse las parrandas, se incrementó el número de participantes que se daban cita donde Tina, convirtiéndose en “paradas” habituales. En estos encuentros se conformó una piqueria amigable entre dos barras musicales, una apoyaba a Emilianito y la otra al ‘Cantor del Valle’, generando parrandas inolvidables.


En las palabras del propio maestro Cabas Pumarejo lo encontramos. “Decía la gente; Esta noche hay parada donde Tina. Sanamente, lógico. Eran otros tiempos, eran épocas de respeto y verdadero cariño. Así era mi vieja Tina, amable y cariñosa con todos.”


Fueron tan especiales y nobles todas estas parrandas que Emiliano Alcides conserva en su billetera una foto de la vieja Tina y cada vez que se encuentra con el maestro Cabas se la muestra, sonríe y le da un fuerte abrazo a su gran amigo.


Gracias a su padre, quien cantaba en los coros de las iglesias, consiguió ser alineado como arquero titular en el equipo de fútbol Juventud Franciscana, equipo de curas, y en su rostro se refleja la alegría y la nostalgia al manifestar “Culo e arquero que era yo… y titular”.

El sacerdote José de Suesca con Ángel Manuel Cabas Fragoso

En Ocaña, realizó parte de su bachillerato. Después, siguiendo a los seminaristas Capuchinos, llegó a Bogotá en el año de 1968. En el Seminario Conciliar Capuchino, situado en La Caro, vía a Chía, estuvo un año, con la idea de estudiar para sacerdote.

Al año siguiente se mudó a un apartamento en Chapinero, donde su hermano Jike quien compartía con varios paisanos vallenatos que por supuesto eran parranderos. Y obvio, conformaron un grupo vallenato con el cual daban serenatas en las frías noches capitalinas y conseguían para la manutención. Entre parrandas y serenatas consiguió, terminar el bachillerato y también un buen trabajo en la Contraloría General de la República.

Estudió en la Corporación Coruniversitec, graduándose de Administrador Hotelero. El maestro, al narrar su graduación, mira al cielo, sus ojos se humedecen y traga en seco al confesar que logró ser profesional con la ayuda de un amigo político vallenato. Ante mi insistencia de conocer el nombre del filántropo afirma:

“Mauricio Pimiento. Gracias a él soy un profesional”.


Para esos años, los hermanos Zuleta Díaz se encontraban estudiando, Emilianito en Tunja y Poncho en Bogotá; mantenían acercamiento entre ellos y el maestro Cabas Pumarejo, al igual con Jorge Oñate y demás actores del cantar vallenato, debido a los viajes que tenían que hacer la mayoría de los conjuntos vallenatos para realizar las grabaciones de sus trabajos discográficos para la CBS, hoy en día Sony Music.


El maestro Álvaro le entregó a Jorge Oñate la canción ‘Serenata Vallenata’, la cual fue grabada por éste con el conjunto de Los Hermanos López en el trabajo discográfico ‘Diosa divina’ en el año 1970.


Ante las insistencias de sus amigos y la manifestación de Lacides Daza (QEPD) quien le aseguraba que era el mejor y no había quien le ganara, decidió presentarse al Festival de la Leyenda Vallena


ta como acordeonista en la categoría de aficionado, en el año 1973, donde ocupó el primer puesto convirtiéndose en rey vallenato y, dos años después, repitió en la categoría Semi Profesional. En 1980 se presentó en la modalidad de compositor y ocupó el segundo puesto con la canción ‘Reseña costumbrista’. Ese año el ganador fue el maestro Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa con la canción ‘Voz de acordeones’, dedicada al desaparecido compositor sanjuanero Octavio de Jesús Daza Daza, asesinado en Barranquilla.


El 8 de abril de 1974, en el trabajo discográfico ‘Rio crecido’, los Zuleta le grabaron talvez la más grande de sus composiciones: ‘Mi Rosalbita’, en la cual plasmó el gran amor que sentía por Rosalba Rosado y narró los sufrimientos padecidos ante la indiferencia de ella hacia él. Irónicamente en ese año nacieron sus primeros hijos. Los mellos Juan Carlos y Alvaro José, producto de la relación con Mariela Zambrano.


En febrero de 1979, en la parroquia San Francisco de Asís, en Barranquilla se casó con Rosalba Rosado, su adorada Rosalbita; al año siguiente nació Sandra Milena y seis años después, Gina Alexandra.


Pero la vida es así como es, en 1988 nació Alfredo Enrique de la relación con Denys Suárez.

De sus 5 hijos ha recibido hasta ahora 5 hermosos nietos: Valentina, Juliana, José, Álvaro de Jesús y Carlos Rodolfo que son la luz de sus ojos.


En internet se encuentran las discografías de todos los artistas del folclor vallenato, pero no tan precisa ni original como la narra mi gran amigo Wilfredo Rosales Ortega, con su inigualable memoria.

Lo llamé y solicité su ayuda, y su respuesta se encuentra aquí.

Álvaro de Jesús Cabas Pumarejo, un señor vallenato, considera a Emiliano Alcides como el mejor acordeonista, que Diomedes fue el mejor cantante y que el mejor compositor fue el inmortal Leandro José.

Inmensamente agradecido con Bogotá porque le permitió su desarrollo profesional, estabilidad económica, su hogar y su tesoro más valioso: sus hijos y sus nietos.


Considera que su tiempo en la capital se ha cumplido, a lo que se le suma razones de salud, ya que la altura lo está afectando.


Hoy en día, el Cantor del Valle regresa a su terruño, en compañía de Lucila Remedio Montaño Ojeda, lleno de ilusiones y esperando beneficios que se merece para vivir una vida tranquila, tanto económicamente como de amistades que lo distingan y se reconozcan mutuamente.

El maestro termina diciendo: “Creo que sembré para recoger la cosecha”.

Accedió a cantar ‘A través del tiempo’, uno de sus grandes éxitos, y accedió muy gustoso; pero quiso colocarle acordeón, caja, guacharaca y bajo.


Como es época de pandemia, se recurrió a Almes José Granados, hijo del cuadragésimo cuarto rey vallenato, Almes Granados, para que realizara la producción del siguiente video, utilizando la magia de la tecnología.


Señoras y señores, la obra y la voz de Álvaro Cabas Pumarejo, el acordeón del rey Almes Granados Durán, la caja y guacharaca del incondicional e infaltable de los festivales Wilson Rodríguez y el bajo de Isaac Carrillo, hijo del gran ‘Tijito’, se conjugan rítmicamente (como decía el desaparecido maestro Lenin Alfonso Bueno Suárez) para presentarnos un verdadero y auténtico canto vallenato.

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