La Navidad y el sentimiento de un poeta
El viejo reloj de pared marcó las cuatro de la tarde y la cordillera comenzó a untarse de un silencio místico que penetró hasta lo más íntimo del ser del poeta, quien no pudo soportar esa sensación espantosa y tomó la decisión.
“Vea tío, yo me voy. Yo no voy a pasar acá la nochebuena”
“¿Te vas Chendo?”, preguntó incrédulo el tío Luis Ramón.
“Sí tío, me voy”, confirmó el poeta.
Alistó su mochila, cortó cañas, empacó su cobija, se encintó el machete y cogió camino hacia el plan, perseguido de cerca por aquel silencio que hacía más denso el aire que le llegaba a los pulmones. “Ese es un silencio muy fuerte, aterrador, es un silencio de soledad”, describe el poeta. A mitad del camino, comenzaron a herirlo los puñales del remordimiento por haber dejado solo al tío Luis Ramón, después que se había comprometido a acompañarlo en la nochebuena, que ahora su tío iba a pasar sin compañía y sin felicidad, padeciendo no sólo esa soledad espantosa de la cordillera que él mismo describe, sino la ausencia física, la certeza de no tener un alguien para abrazar y decirle ¡Feliz Navidad!
“Que tristeza, que tristeza y soledad
para aquel que pasa lejos el año nuevo
no tienen, no tienen felicidades
como aquel que se quedó sobre los cerros”
Ese episodio marcó los sentimientos de Rosendo Romero Ospino, „El poeta de Villanueva‟, el compositor que en una noche dejó solo a su tío Luis Ramón Ospino en la cordillera, allá en Cerro Pintao, y en el trayecto al pueblo sufrió la contrición de la promesa rota, de la tristeza ajena, de la Navidad acompañado de nadie más que el silencio de la montaña y eso plasmó años después en su poema cantado, „Mensaje de Navidad‟, confirmando con éste el pensamiento del poeta Octavio Paz cuando afirmó que los estados contrarios como el amor no correspondido, las decepciones, tristezas y traiciones siempre son propicios para que la inspiración aflore como caída del cielo, aparezcan frases sin buscarlas, románticas, tanto que después sorprenden al mismo creador. 219
Es un mensaje que ha estado vigente por 28 Navidades, haciendo a la gente más sensible, más alegre y también sacándole lágrimas a otras, como aquel soldado que evoca la soledad de fin de año, vivida en el batallón La Popa, de Valledupar.
Nicolás Aurela, un muchacho villanuevero que al que una Navidad sorprendió prestando el servicio militar y experimentó esa sensación contradictoria de sentirse solo aunque estaba rodeado de gente, la soledad del alma que compartían todos los que con él estaban.
“Esa parte de la canción -de aquel que se quedó sobre los cerros- le da muy duro porque a él le tocó vivir eso”, cuenta Rosendo Romero, quien escribió el fragmento con los ojos puestos en su tío, pero al publicarse la obra musical encajó en las cotidianidades de muchos soldados, guerrilleros, paramilitares, campesinos y, por supuesto, de guardianes de las fincas de las montañas.
“Lo que ocurre con las canciones es que cada quien se va apropiando de un verso y ya de eso no somos responsables los compositores porque las canciones dejan de ser de uno cuando se ponen a volar”, dice Romero.
Esa canción vallenata sobresale entre las muchas que inspirados en la Navidad han hecho compositores, como aquel universitario –Rafael Manjarrez- que vino a pasar pascua al pueblo, ese mismo que en un diciembre amargo prendió unas velitas que „lloraron‟ su tormento. Benny Sadel escribió una verdad: que es pecado vivirnos ofendiendo, que todos los hombres –y mujeres- somos una familia; que el aguinaldo más grande es tenernos los unos a los otros, que somos el mejor regalo.
“Hay corazones que les da tristeza
que les da tristeza al llegar diciembre
hay corazones que al llegar diciembre
al llegar diciembre se ponen alegres”.
Los recursos de la familia Romero Ospino eran escasos y el aguinaldo para los niños fue un buñuelo de maíz con queso; a la siguiente Navidad recibieron un pito de lata que fue más duradero porque hasta días después estaban „dando lata‟ con él por los corredores de la casa de la montaña.
Y en el pueblo, „Chendo‟ se asomaba por la ventana y veía a sus vecinitos „acomodados‟ del barrio El cafetal, en Villanueva, con sus juguetes recién comprados y sentía el peso de la pobreza (material). “Yo me asomaba por la ventana a ver los 220 niñitos del frente con sus juguetes y yo no tenía; entonces concluí que había Navidades tristes para muchas personas y alegres para otras”.
Era costumbre de la familia irse para la sierra a pasar juntos esa fecha especial de conmemoración, el natalicio del Salvador, pero el diciembre que la familia decidía pasar la fecha en el pueblo, a uno le tocaba quedarse cuidando la propiedad en la cordillera; tal como le tocó al tío Luis Ramón.
Esos recuerdos llegaron en el año 80 a un cuartico de Barranquilla, donde el poeta inspirado atendía por turnos a la cantidad de añoranzas que acudieron a la cita, ansiosas de perdurarse en el Mensaje de Navidad que él quería hacer:
Las muchachas del pueblo que se habían ido a trabajar en Venezuela como empeladas del servicio doméstico y que les tocaba “pasar lejos el Año Nuevo”; la gente que “usa oro y nada más… olvidando el dinero celestial que se gana compartiendo con nobleza”…
El mensaje fue enviado y los efectos comenzaron a sentirse de inmediato porque en diciembre la gente percibe que la canción –publicada en ese mes del 80- identifica el comportamiento cultural y el sentir de las personas en relación con una posición religiosa, con el espíritu cristiano que subyace en todos; “y lo más importante es que sin ser un villancico, siendo un vallenato ciento por ciento, recoge el sentir y el ambiente de la Navidad; tú la oyes y tiene ese halo navideño; es una mezcla de tristeza y alegría al mismo tiempo, de mensaje y denuncia”, expresa el poeta.
Parte del mensaje tiene como destinatarios a aquellos que tienen mucho „oro‟ y les hace el llamado para que puedan compartir con los que no tienen. “Analizando la temática de la Navidad, me di cuenta que es la mejor época del año, la única en la que podemos compartir sin temores, sin prejuicios, donde la gente de clase alta puede penetrar en los barrios marginados para llevar algo de lo que tiene.
Hoy día, muy independiente de la canción o de lo que yo pude haber dicho al referirme a usar oro y nada más, me he dado cuenta que la mayoría de los millonarios prácticamente no sirven sino para sus propios intereses y si hay una forma de poderle servir a la gente es hacerles la Navidad feliz al que tiene poco”.
También son muy diferentes hoy día las composiciones vallenatas alusivas a la Navidad, pues muchos conocedores afirman que éstas han perdido la esencia y se ha cambiado el destinatario de la celebración, que era el Niño Jesús, por una fiesta con mucho trago, pólvora y desórdenes. “Así no se celebra el nacimiento de un niño”.
Resalta la labor de muchos millonarios que saben compartir y lo hacen a través de fundaciones, contribuyen con algunas religiones sin importar cual sea y ayudan cuando alguien tiene dificultades. “Eso es lo que yo pido, que la gente que tiene con qué, aproveche la Navidad para compartir con alguien”.
A sus oídos han llegado las noticias de las muchas personas que lloran al escuchar su mensaje y no se sorprende porque “yo sabía que eso iba a ocurrir, por eso puse un verso que es una especie de medicina preventiva:
“Y el que llora y sufre las penas
que se olvide del Año Viejo
si tiene un corazón sincero
verá en el firmamento las estrellas”
Quiere gritar, el poeta, que en Navidad no se pueden perder las esperanzas, que se debe mirar siempre hacia el cielo. “Por favor acuérdense de mirar hacia el cielo, miren las estrellas en cualquier momento de sus vidas, alcen la cabeza y miran hacia arriba, acuérdense que allá hay no sólo un alguien sino millones de ángeles, seres maravillosos que están pendientes de nosotros, de una plegaria nuestra, de una petición así sea de un minutito”.
La canción Mensaje de navidad fue grabada por Diomedes Díaz y Colacho Mendoza: https://www.youtube.com/watch?v=VJa9MmZEHBQ