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  • Aldayr Ortega

El mochuelo: Una historia con muchas historias


Joche Anillo, el famoso “Joche Pulga – Pugga -”, se cogió un mochuelo, en su hábitat natural, los Montes de María, y se lo regaló a Adolfo Pacheco, para que este a su vez se lo diera a su novia, quien, por supuesto, lo metió en una jaula, costumbre de la región.


Aquí comienza a nacer la canción, en la que el autor compara su amor con el ave: esta presa en una jaula y él, en el amor de la novia. La creatividad y la poesía de Adolfo comienzan a jugar su papel. Un hecho tan sencillo, tan elemental, se convierte en un poema y se roba el corazón de todo un país. He ahí lo sublime de esta música.


Voy a tratar de contar todos los hechos que se dieron alrededor de esta canción, y, lógicamente hay que comenzar por el principio…

El Mochuelo fue grabado hace muchísimos años por su autor… No llegó a alcanzar la categoría de éxito nacional, no por falta de calidad, sino porque en ese tiempo la música de acordeón no tenía una difusión suficiente para que eso ocurriera; llegó a ser éxito en la Costa, más concretamente en las poblaciones de las Sabanas de Bolívar, Sucre y Córdoba, y con más fuerza, en la región de los Montes de María, San Juan, San Jacinto, El Carmen de Bolívar, El Guamo, entre otros pueblos…


Años después, Toño Guzmán, primo hermano de Otto, me dijo un día: Rafa, Otti (así le dicen sus familiares más cercanos), canta muy bonito El Mochuelo. Eso me quedó guardado en la memoria, como un dato cualquiera. Unos meses antes de la fecha de grabación de 1.983 /84, estábamos parrandeando en Guarne – Antioquia -, en la finca de un amigo, con acordeón, guitarra y guacharaca, y recordé las palabras de Toño. Como he dicho varias veces, yo era quien me encargaba casi siempre de la escogencia del repertorio; le pedí a Otto que la cantara; lo hizo, y me pareció tan bella su interpretación, que le dije:

- Compa, la vamos a grabar en el próximo disco.

Otto era muy poco expresivo y me contestó con un simple

- Ah, bueno, listo.

Cuando analicé la canción, observé que era muy corta; solo tenía dos estrofas; le comenté a Adolfo Pacheco nuestra intención, y le pedí que le hiciera una tercera estrofa; así lo hizo, y me entregó

“tu cantar, tu lírica canción

es nostálgica como la mía…”


La grabamos. Me gustó mucho como quedó.

Aquí tengo que retroceder un poco en el tiempo... Cuando llegamos a grabar nuestro primer disco, desconocedor total de muchos detalles, pensaba que el orden de las canciones en las “caras” de los discos eran arbitrarias y a gusto del artista. Pensando así, dejé una lista de las canciones en cada cara a Darío Valenzuela, el ingeniero de sonido, apodado por su calidad como “El Brujo de la consola”; cuando salió el disco al mercado observé que lo que yo había dejado lo cambiaron por completo; segundo trabajo, ídem: Yo dejé encabezando la cara A, la canción Lejanía, de Sergio Moya Molina; esta vez mi sorpresa fue mayor; la pusieron en el último puesto de la cara B. Pero pienso que la sorpresa del que hizo la programación fue mayor: Lejanía fue un súper éxito.


Llegó la grabación del tercer disco. Al final de ella, después de terminar el último proceso, la mezcla, el Gerente, Rafael Mejía, le comentó a Darío:

- Este gordo parece que sabe por dónde le entra el agua al molino: las canciones que dejó encabezando los discos fueron los éxitos.

Me llamó a su oficina y me dijo:

- Rafa, quiero que tú sigas encargándote de la programación de los discos, pero quiero explicarte unas cositas que debes conocer.

- Dime.

Me explicó ciertos detalles técnicos que se debían tener en cuenta para hacer dicha programación. Desde ese día hice yo la de todos nuestros discos siguientes.

Llegó nuestra quinta grabación. Como siempre, hice la programación de las caras, y se la dejé a la secretaria encargada de eso. Al día siguiente, temprano, recibí una llamada de Rafael Mejía:

- Oiste, Rafa, ¿vos por qué pusiste a encabezar el disco esa canción tan fea? Se refería nada más y nada menos que a El Mochuelo. ¿Eso qué es? ¿Un pájaro?

- Sí, un pajarito, insignia nuestra en los Montes de María… Y continué: - Si me diste ese voto de confianza, déjalo ahí.

Y, recordando lo que había pasado en los dos primeros trabajos, con honestidad, me dijo:

- Listo, dejémoslo ahí, pero te digo algo: yo a esa canción no le veo nada

- Gracias por creer en mí.

reo que con este hecho, el voto de confianza que me dio, se justificó definitivamente.


Otra anécdota con el mochuelo

Había regiones de Colombia donde el vallenato no era lo que es hoy. Fuimos a tocar en una Feria de Manizales… Cuando llegamos al hotel, Reynaldo Guzmán, representante, animador y jefe de logística del grupo me pidió que lo acompañara a Telecom a llamar a su casa en Cartagena (todavía no había llegado la era del celular), En el camino se nos cruzó el desfile de carrozas, y nos detuvimos a esperar que terminara de pasar para continuar nuestro camino. Delante de cada carroza iba un grupo musical; casi todos llevaban tiples y guitarras, lógicamente – estábamos en Manizales -; como cosa rara en uno había un acordeón a piano; yo no era conocido como ahora; además, delante de mía había un paisa viendo el desfile; cuando vio el acordeón le gritó: - Eh, Ave María, tocate el Mochuelo, pues -. Me extrañó y me causó alegría, no lo puedo negar.


Llegó la noche y la hora de la presentación en la caseta. Alternábamos con ese gran artista venezolano Nelson Henríquez. Recordé el hecho del desfile y decidí comenzar con El Mochuelo. Euforia total. Hicimos otra canción y comenzaron todos: El mochuelo, El mochuelo, El mochuelo…

La interpretamos nuevamente. Después interpretamos otra y volvió el público… El mochuelo, El mochuelo, El mochuelo…

En eso pasamos casi toda la noche: El Mochuelo, otra canción, el Mochuelo, otra canción, el Mochuelo…Increíble, pero cierto…


Por último, después de unos meses, ya convertida esta canción en un súper éxito, hablando con Otto sobre el escepticismo de Rafael Mejía sobre ella, aquel me dijo: Yo tampoco creía mucho en que sería un gran éxito; pensaba que iba a sonar solamente en nuestra región, dado el desconocimiento del público sobre dicho pajarito; era casi un tema exclusivo de los Montes de María…


Yo sí creí siempre en él… Y hoy ese mochuelito, “aquella ave canora” sigue alegrando la vida a millones de colombianos… SIEMPRE LO HARÁ.

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