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  • Aldayr Ortega

'Pacho Cabeza' o 'El Doctor'


Tamalameque es un pueblo enclavado en la margen derecha del río Magdalena, donde ocurren cosas extraordinarias. Está habitado por personajes exóticos, lleno de costumbres únicas, cargado de tradiciones y creencias fantásticas.


De ese mundo mitológico hoy viene a mi mente el nombre de Francisco Contreras a quien los Tamalamequeros conocemos como Pacho Cabeza. Una vez tuve la oportunidad de preguntarle la razón de ese remoquete y él con aire de hombre erudito lo justifico haciendo alarde de su inteligencia y su ventaja intelectual, pero al consultar a Fabián Rodríguez, este fue más claro y figurativo: “No le ves la melocha, que parece una guanábana”, fue lo único que dijo, pero suficiente para yo entender.


“Pacho Cabeza es un hombre con doble vida”, fue la palabra que le escuché al Dr. Armando Mier en una parranda, en la cual continuó diciendo: “En Tamalameque se dedica a oficios varios; de lunes a viernes se dedica a la pesca y la albañilería, pero los sábados parte en la madrugada en un motor canoa que sale del corregimiento de Puerto Bocas directo a los pueblos circunvecinos del sur de Bolívar. Dicen que cuando Pacho llega al municipio de Regidor, Bolívar, se transforma en otra persona. Viste de pantalón de lino, zapatos blancos y guayabera, porta un maletín de mano, donde guarda medicinas homeopáticas y otros productos caseros; sus habitantes lo conocen como el Doctor. A su oficina, una habitación del hotel central, frente a la iglesia de esa población, llegan especialmente clientes hombres de edad avanzada.


En esa parranda me enteré que Pacho Cabeza o mejor el Doctor a sus pacientes les receta un menjurje que el mismo fabrica, (Una mezcla de pinga de zorro guache con chirrinchi) a lo que él llama “Palo Parao”. Dicen que es tan efectivo su ungüento líquido que un habitante de La Humareda (corregimiento de Bolívar), llegó a Tamalameque contando que Pacho había puesto activo a un hombre de 80 años, que al viejo le receto 25 gotas de “Palo Parao” y el anciano las tomó completas además de dos cucharadas extras. Al anciano lo sacaron del único bar de lenocinio que tiene el corregimiento de Los Mangos directo al hospital de Regidor; el viejo “no bajaba” fue la palabra que utilizó el portavoz. Fue tan grande el problema que lo remitieron para Cartagena con un diagnóstico clínico reservado de una enfermedad llamada Priapismo. Desde aquel día al viejo le dicen ‘Guardia arriba’, dijo Armando mientras saboreaba la cerveza.


Me cuenta Gerlin Aguilar que la fama del Doctor se regó del otro lado del río, a tal punto que Pacho pasaba más tiempo en el sur de Bolívar que en Tamalameque. Los tamalamequeros demoraban meses sin verlo. Aseguran que al consultorio de Pacho en Regidor llegaban ancianos de Mompox, El Banco, San Sebastián, Talaigua, Santa Ana, San Martín de Loba y cuanto caserío estuviera a la orilla izquierda del río Magdalena.


Ante su fama creciente, pronto comenzó a atender clientes femeninas. Era consultado constantemente por dolores en el seno, rasquiña en partes intimas y cuanto malestar existiera. Pronto Pacho recetaba baños de mata ratón, eucalipto, albahaca, cogollo de mango y amasijos sin nombres.


“Pacho es un enamorador de tiempo completo”, asevera Gerlin, mientras concluye “por tanto, por líos de falda, traslada su consultorio de pueblo en pueblo, sus recorridos son Río Viejo, Atillo de Loba y El Peñón>”.


Armando sonríe, mientras habla del personaje; esta vez me dice: “viejo Wlady, usted no me lo va a creer, pero en uno de esos intervalos sin trabajos, Pacho se quedó la navidad en Tamalameque. Para esos días se preparaba la fiesta de matrimonio del hijo de uno de los ganaderos del pueblo; Pacho fue contratado con otros albañiles para obras de adecuación del patio de la casa donde se desarrollaría la fiesta, él oficiaba aquella tarde como ayudante del viejo Juan Beleño. Mientras las labores de adecuación se realizaban, la madre del novio, con la madre de la novia, hablaban de un pequeño dolor en la parte alta del seno derecho; la madre de la novia había llegado esa mañana del corregimiento del Japón, Bolívar. Ante la preocupación del dolor de la suegra de su hija, ella le compartió que en Regidor conoció un doctor que con ungüentos de mata ratón le curo un cáncer de seno. En ese instante pasó Pacho con un balde lleno de mezcla de cemento, la señora lo vio de perfil y escucho su voz cuando saludo “Con permiso mis señoras”.


Al ver la figura conocida y la voz familiar, la señora salió al patio y lo observó; ante la curiosidad, la anfitriona le preguntó qué le ocurría y ella manifestó. “¿Ese señor del balde quién es?”. la dueña de la casa observo a Pacho y balbuceo: “Ese señor es Pacho Cabeza, un albañil de aquí de Meque”; la madre de la novia guardó silencio, pero estando en la cocina volvió a manifestar “Tan raro; ese señor es exacto al Doctor Francisco Contreras, el homeópata que me curo el cáncer”. La madre del novio le sirvió el tinto, cambiándole el tema, aunque en su interior sabia que se trataba de la misma persona, pero prefirió no divulgarlo”, finalizó Armando, en medio de la risa de los contertulios.

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