¿Dónde nació el vallenato?
- Abel Medina Sierra
- hace 5 minutos
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El debate que revive
En estos días, “Poncho” Zuleta revivió una encendida polémica de vieja data entre los cultores, seguidores e investigadores de la música vallenata: su lugar preciso de origen. Las redes sociales le han seguido el hilo a la explosiva certeza con la que Zuleta afirma categóricamente que “el vallenato es guajiro”.
La disputa por “cunas” o hitos “precursores” en la música vallenata es notorio que hace aflorar los atrincheramientos regionalistas y localistas ondeando militancias, a veces chauvinistas. Si hay una música disputada es la vallenata. Por años, guajiros, magdalenenses y cesarenses, se han tranzado en debates de reclamo para legitimar algún punto geográfico como “cuna” de esta música.
Sobre lo que expresa Poncho Zuleta, no es el primer actor de la vallenatía al que se le escucha decir que el vallenato nació en La Guajira. Se lo he oído o leído decir también a su padre Emiliano Zuleta, al mismo Rafael Escalona, a Adolfo Pacheco, Alejo Durán, Pacho Rada, Carlos Huertas, Leandro Díaz, Luis Enrique Martínez y muchos consagrados más. Es decir, desde la tradición oral es la tesis con más fuerza, no siempre acompañada de suficientes pruebas.
Las teorías de “origen”
Ciro Quiroz, natural de El Paso, Cesar, en su libro “Vallenato, hombre y canto” (1983), sugiere que la cuna del vallenato es esa población que ha dado músicos de la nombradía de los hermanos Alejo, Náfer y Luis Felipe Durán. Su prueba es que allí existían intérpretes desde la segunda mitad del siglo XIX (también los había en otras poblaciones del antiguo Magdalena grande) y la fallida tesis de un barco con acordeones encalló en el rio Ariguaní que resultó ser falsa e imposible. Al final Quiroz reconoce: “Es indiscutible que la música vallenata nació en el viejo Magdalena y se recogió con mejor resumen y legitimidad en el Cesar y La Guajira” (p.95).
En otra orilla, algunos intelectuales de Ciénaga como Guillermo Henríquez Torres, han sugerido que la música vallenata nació en épocas en que este municipio del Magdalena, era un epicentro comercial y cultural desde la segunda mitad del siglo XIX. Henríquez Torres, en su obra “Ciénaga; la música del otro valle. El vallenato no nació en Valledupar” (2013), postula una muy peculiar tesis sobre Ciénaga como punto de partida del vallenato que resumimos así: el acordeón posiblemente entró por Ciénaga ya que allí se asentaron unos alemanes en esa población en el siglo XIX. (p.26). En Valledupar (Al que llama “El valle del silencio”), ni en Villanueva hubo expresiones musicales en el siglo XIX, a tal conjetura llega porque en las etnografías del científico francés Luis Striffler, no se encuentra “ni una sola descripción de la actividad musical” (p.29). Como no había música en esta región, fueron los cimarrones que huían de las haciendas samarias y cienagueras (p. 42), las tropas de las guerras civiles y el intercambio de ganado entre Valledupar y Ciénaga, o la llegada a Valledupar del padre de Rafael Escalona lo que hizo que la música cienaguera de guitarra y bandas, llegara al hoy Cesar y La Guajira: “La llamada música vallenata es apenas una adaptación al acordeón de los ritmos básicos del Magdalena y la Costa” (2013, p, 52). También sostiene que, a Riohacha, la música vallenata llega desde la presentación de la banda musical de Eulalio Meléndez para inaugurar la escultura en honor al almirante Padilla en 1887. A esto, suma que, Francisco Moscote “El hombre”, como estuvo por Aracataca, “seguramente” allí aprendió vallenato y hasta tomó canciones como “La chencha”. (p. 73).
Sus argumentos se basan en suposiciones poco rastreables, como es poco probable que de las músicas de bandas de vientos se haya originado el vallenato por tratarse de repertorios muy diferentes; habría que anotar, que el formato de vallenato en guitarras, cuando despuntó de la mano de Guillermo Buitrago, ya tenía el antecedente de varias generaciones de acordeoneros, tanto así que, Buitrago grabó canciones vallenatas de Emiliano Zuleta y Rafael Escalona ya muy conocidas para la época, por lo que no podría ser precursor del género. Otro tipo de conjeturas se diluyen ante la evidencia: Clemente Escalona era un militar y no un músico.
Otro punto de la geografía caribe colombiana también reclama ser la “cuna del vallenato”. Se trata del corregimiento de Atánquez, asentamiento kankuamo que pertenece a Valledupar. Sus gestores culturales, en diversos eventos académicos, vienen defendiendo la tesis que si entre sus expresiones sonoras existe un son, un merengue y una puya, es prueba que el vallenato es una derivación de sus aires tradicionales. También se han apoyado, en algunas discretas coincidencias entre los patrones del son vallenato y el chicote. Pero, los modelos pentafónicos de la música indígena son muy distantes de la vallenata, no hay sustento musicológico que reafirme esta tesis. Por otro lado, los análisis musicológicos que han hecho Egberto Bermúdez y Héctor González no han encontrado rastro alguno musical indígena en el vallenato, pero sí mucha presencia afro. Tampoco es claro si fue el son el que influyó en el formato actual de chicote, o si los vallenatos bebieron de esta expresión serrana. Por otra parte, entre los kamkuamos, hay una arraigada tradición de un género llamado gaita, así como en los wiwas, no tanto de chicote como sí en los koguis y arhuacos.
Por otra parte, los patrones del son vallenato fueron una influencia de los músicos de Plato y Ariguaní, en especial Pacho Rada y sus hijos. Si bien, existía el son antes de Rada, fue él quien definió el estilo que se impuso en los festivales. Si el son hubiese nacido en Atánquez, es obvio que los músicos del Valle de Upar, no hubiesen tenido que aprender a interpretar el son tomando como modelo la influencia de Ariguaní y Plato que quedan más distantes.
Tomás Darío Gutiérrez en su libro “Cultura vallenata: origen, teoría y prueba” (1992) postula que el vallenato nació en el Valle de Upar, tesis que el musicólogo Egberto Bermúdez, critica y llama “mito fundacional del Valle de Upar”. El gran problema es que nadie ha podido explicar con exactitud cuáles son los límites de la región que durante el periodo de la colonia se le llamó Valle de Upar (el libro de Gutiérrez presenta 5 delimitaciones diferentes). Por otra parte, es una denominación que genera confusión y así termina otorgándole a la capital del Cesar el mérito exclusivo de ser el lugar donde nació la música vallenata.
El Origen guajiro o provinciano del vallenato
Por último, la tesis más aceptada por las representaciones sociales de los músicos vallenatos como Poncho Zuleta es que tal género pudo tener su punto de origen en la Provincia de Padilla, como se llamó a parte del actual departamento de La Guajira. Antonio Brugés Carmona, pionero en hacer visible la música vallenata en los medios nacionales, ya en 1940 proponía que “en esta subregión del litoral guajiro se hizo la fusión cultural primigenia que produjo el baile de la cumbiamba, luego llamado indistintamente merengue, porro y, finalmente, vallenato” (Citado por Viloria: 2018.p. 38). No olvidemos que uno de los nombres que tuvo esta música antes que se generalizara el de “vallenato” fue el de música provinciana.
Las pruebas que sacan a relucir los guajiros tienen que ver con las crónicas de Candelier y Goenaga quienes son los primeros en describir la existencia hacia 1890 del conjunto de acordeón, caja y guacharaca en cumbiambas de Riohacha, fiestas y parrandas. También por los estudios de Freddy González Zubiría que demuestran que en Riohacha ya hacia 1856 se importaba acordeones siendo el dato más antiguo del que se dispone al respecto. Si bien, luego entraron más por otros puntos según registros aduaneros revisados por Fredy González y Joaquín Viloria en sus obras (como Cúcuta, llevados desde Venezuela el rio Zulia, Cartagena, Sabanilla), fue en esta subregión donde se usaron para tocar vallenato.
El relato fundacional de Francisco El Hombre, la cantidad de músicos de esta región que hizo parte de las primeras generaciones de acordeoneros, la primacía de los provincianos como estandartes de las primeras generaciones (Francisco Moscote, Chico Bolaños, Luis Enrique Martínez), la prolija participación de intérpretes guajiros entre las máximas figuras del vallenato y la gran apropiación de este género, demostrable en que toda familia se precia de tener al menos un músico vallenato, hace que la antes llamada Provincia de Padilla, sea para los guajiros, argumentos a favor de ser el probable epicentro germinal de la música vallenata.
No es menos cierto que ese epicentro luego se desplazó desde el sur de La Guajira y resto del Magdalena hacia Valledupar, hoy sin duda la ciudad que concentra y donde se originan la gran mayoría de nuevos intérpretes.
La falta de prueba reina
Ahora bien, en aras de la objetividad, privilegiar a La Guajira como cuna del vallenato es una hipótesis, no hay certeza para darlo como una verdad absoluta. Está más sustentada en fuentes primarias de la tradición oral, muy refrendadas por los músicos de las primeras generaciones. En suma, se puede concluir sobre el origen geográfico de la música vallenata que:
Como zona nuclear amplia, el Magdalena Grande se constituye como territorio donde nació el vallenato, hoy esa región representa el Caribe oriental con el Bajo Magdalena, la antes llamada Provincia de Padilla y el norte del Cesar como zonas de alta relevancia social de esta música. Cuando el vallenato emergió éste territorio se llamaba Magdalena, no Valle de Upar, no existía el Cesar y La Guajira solo el territorio de Uribia, Manaure y Maicao donde no llegaba esta música. Francisco el hombre, Chico Bolaños, Sebastián Guerra, Luis Pitre fueron magdalenenses, no guajiros ni cesarenses.
Para algunos que defienden la tesis que ahora revive Poncho Zuleta, hay un origen más localizado (zona nuclear reducida) en el actual departamento de La Guajira, específicamente en lo que se llamó Provincia de Padilla, de allí que se llamara en una época “música provinciana” aunque no hay total certeza de esto.
El vallenato no nació con la llegada del acordeón, está muy documentado por muchos autores (Egberto Bermúdez, Héctor González, Tomás D. Gutiérrez, Florentino Goenaga, Joaquín Viloria y varios cronistas franceses y nacionales) que el conjunto de caja, guacharaca y gaita o carrizo existía desde antes y fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando el acordeón entró a remplazar a los aerófonos). Tenemos entonces que el punto de entrada del acordeón no define que allí haya nacido el vallenato.
No hay creador o “inventor” de esta música, sino que es un fenómeno de creación colectiva.
Existen varias tesis que reclaman la paternidad de esta música para zonas como El Paso, Ciénaga, Atánquez, Fonseca, la antigua Provincia de Padilla, entre otras.
Es muy posible, que el vallenato en su origen, haya sido producto de una multi-estructuración que se dio en varios lugares simultáneamente. Se ensayaron varios instrumentos, estilos y formas para interpretar los cantos campesino vernáculos, y con la influencia homogenizante de epicentros de producción como la Zona bananera, tabacalera, la industria maderera de Riohacha o ganadera en toda la región, se fue posibilitando una modelación que se acentuó con el disco y la difusión radial hasta llegar a un vallenato bien caracterizado, regional y canónico.
Según lo anterior, el vallenato, aunque haya nacido en la subregión del antiguo Magdalena Grande, hoy su pertenencia y su relevancia social es mucho más amplia y está determinada por la manera cómo los colombianos y en otras regiones del exterior han imbricado esta música en su contexto, le han asignado significados e integrado a sus imaginarios.









