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  • Aldayr Ortega

El Romancero


Guillermo Casalins con su adorada Millo

El folclor vallenato, sin lugar a dudas, es -o era- una fuente donde brotaba un torrente de letras y melodías que parecían inagotables; los compositores se daban silvestres en la región, los músicos y cantantes salían de cualquier pueblo de la comarca y yo pensaba que uno podía ser lo que quisiera, pero eso de componer tenía que venir de lo alto porque no muchos podrían unir bellamente palabras y oraciones que, cuando eran bien interpretadas, podían llegar hasta el alma de los que podían escucharlas. Había muchas, muchas canciones hermosas que salían de voces claras y bonitas como la de Silvio Brito y muchos más, dignas de ser calificadas como las mejores. Luego oyes otra: ‘Noche sin luceros’ y otra: ‘Besos’; ya no puedes resolver cuál es mejor. sin embargo, hay una entre esa inmensidad de bellos temas que aunque pasen los años no puedes ignorar; es tan especial y mística que le hicieron una canción y la mencionaban en otras por el gran impacto que nos causó a todos en general.


Les voy a dar una pista: “Que mil canciones sean como aquella, aquella que de un poeta nació, diciente linda como para ella, para mi novia que es una estrella y sin dolor me desengañó


‘Mil canciones’, una canción de Andrés Bolaño, hermosamente interpretada por Miguel Herrera y ‘Chiche’ Martínez; pero no es de la canción que hablo, es la canción que le hicieron a El Romancero, por haber hecho que una mujer, después de una separación, obviamente sabemos el motivo, volviera con su novio. Fue tanto el agradecimiento, que más tarde dice: “y a mis hijos enseñare a revivir al viejo romancero”, ya que prácticamente gracias a esa canción existen.


En otras canciones hacen referencia a este tema; un ejemplo es “que el romancero me queda chiquito y que en cada puerto tengo otro amor”, ‘Pase lo que pase’, de Roberto Calderón, cantada magistralmente por Adaníes Diaz y tocada por el acordeón virtuoso de Héctor Zuleta


Hay un tema anterior al propio Romancero donde recuerda la tragedia que vivió uno de los que ahí menciona, una canción interpretada por Los Betos, que se titula ‘La vida y yo’, en la que narra la historia de Beto Calderón, hermano del autor Roberto Calderón, y es la clave para entender cuando el autor dice: “Dígale que enfermo estoy de amor, que Beto esta mejor, que ya puede cantar”.


Si alguien escuchara el Romancero, no entendería a qué se refiere con esto, pero si escucha luego La vida y yo, lo entendería de inmediato: “Y así el muchacho fue creciendo, teniendo como base este folclor, guitarra aprendió, la suerte lo engañó, que vaina; su guitarra quedó callada, un accidente es la causa……yo lo he visto reír de mañanita… ya no puede tocar de madrugada, pero puede cantar, claro que no es igual cuando tocaba, de tanto que lo quiero me enguayaba”.


Estoy convencido de que el Romancero hubiera sido un éxito, si hubiese sido grabada por cualquier otro de los grandes cantantes vallenatos: Silvio Brito, Adaníes Díaz, Jorge Oñate, Poncho Zuleta o Toby Murgas, entre otros ¡Pero no! Tenía que haber sido grabada por la voz mágica, por la voz encantadora que no pasa desapercibida por ningún amante del vallenato en el mundo: Diomedes Díaz, acompañado por uno de los mejores acordeoneros: ‘Colacho Mendoza’, sin mencionar ese coro inolvidable de Jairo Serrano, un conjunto soñado y en épocas de navidad.


Mil canciones es igual de hermosa a la que fue dedicada, describe con lujo de detalles el motivo para hacerlo.

“Que mil canciones sean como aquella, aquella que de un poeta nació; diciente y linda como para ella, para mi novia que es una estrella y sin dolor me desengaño. Pero diciembre en sus navidades, nos traen canciones sentimentales y a ella una de esas hizo regresar y de nuevo su amor vino a darme. El corazón le conmovió una canción que le llegó hasta el alma, se dio cuenta que era un error irse de mí sabiendo que la amaba. Y el romancero que el poeta escribió, hizo que en mí la alegría regresar;, canción linda nunca te olvido yo, con tal que mi novia nunca se vaya.


Quien sabe adónde andaría yo rodando llevando pena y desilusión; de no haber surgido este milagro sería un perdido de amor frustrado, pidiendo a gritos mi salvación. Sublimaré más, entre más días, los versos de esta linda canción, pa’que mi novia sea toda mía, tenga blandito su corazón. Y un día más tarde cantare, con más razón la canción del recuerdo y a mis hijos enseñare a revivir el viejo romancero”.


Nunca en mi vida había visto, escuchado más bien, un gesto de agradecimiento más grande por una canción; esta misma canción que quiero dedicar a mi querida esposa y amiga de toda la vida, Mildred Lemus, esa misma que después de tantos años aún me alcahuetea, me quiere y mima como si fuera su hijo mayor y por la cual le doy gracias a Dios cada vez que abro los ojos; por la cual me hubiera gustado ser compositor, para dedicarle mis canciones, o cantante, para mencionarla en cada una de mis interpretaciones, como lo hacía el gran Adaníes Díaz con su eterno amor, Claribet, yo la mencionaría así: Para mi adorada Millo de mi alma.

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