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  • María Ruth Mosquera @sherowiya

Esta será una noche de patrimonio y poesía en el Loperena


Hoy, cuando la celebración de Amor y Amistad se encuentre en su punto más romántico, cuando la noche con sus mugidos y matices se convierte en celestina, exacerbando los sentimientos, se escucharán versos que le canta a eso: Al amor sublime, ausente y cercano, a la amistad que trasciende tiempos y circunstancias, a la vida que se ríe y se llora, al ser con su esencia, con su sentir.


Hoy, en el momento justo en que los enamorados estén refrendando sus sentimientos recíprocos y los amigos vigoricen la lozanía de su amistad con abrazos, se escucharán estrofas cantadas por un hombre que escribe versos repletos de verano, estando en primavera, que puede robar un beso solo con la mirada, que es capaz de vivir un amor tan ‘de dos’ que logra dejar afuera la madrugada buscando dónde refugiar su brisa.


Si, Rosendo Romero Ospino, 'el poeta de Villanueva' unirá esta noche sus versos a los de otros poetas cantores que con sus vidas, sus obras, su amistad y admiración recíproca, celebrarán el amor, la amistad y la valía de los emblemas patrimoniales de Valledupar, Valledupar del alma de tantos.


Todo hace parte de una hermosa conspiración de la Fundación Aviva (Amigos del Viejo Valledupar), liderada por Alba Luz Luque, Annie Marshall y un equipo amoroso y laborioso, que desde hace varios años convoca a los poetas cantores como parte de un conjunto de actividades que realizan en la ciudad para rendir honores al Patrimonio y darles razones a los vallenatos para que se sientan orgullosos, para que se apropien de lo suyo, para que se les hinche de amor el pecho cuando canten “Viejo Valledupar “si te volviera a ver, como lo fuiste ayer, típico y colonial”.


Es precisamente ese el verso que abrirá esta noche la programación que tendrá como escenario el Colegio Nacional Loperena, otro patrimonio inmaterial de los vallenatos, como lo son las casitas bahareque, los callejones del centro histórico; como el compositor Rodolfo 'El Veje' Bolaño, hoy ausente en cuerpo, pero presente en alma, quien legó su obra a los suyos para que se apropiaran de ella como lo hizo Aviva del Viejo Valledupar, himno de la Fundación que será interpretado por los hijos de su autor, los hijos de 'El Veje'.


Así comenzará el encuentro de melodías, abrazos, añoranzas y homenajes en ese recinto tan simbólico en la historia educativa de la región Caribe, de muchos de los poetas cantores que estarán allí, de otros personajes significativos en la cultura vallenata, como Lolita Acosta Maestre, primera mujer en graduarse en el Loperena, quien integra la lista de miembros de la Fundación Aviva que ya no están, a los que se les rendirá honores con un minuto de silencio y otro de aplausos.


Hasta allí llegará Gustavo Gutiérrez Cabello, el flaco de oro, el poeta de la añoranza, nostálgico desde sus entrañas, trayendo “el verso fresco del campo del valle, y en pentagrama cantos de los madrigales... como estoy enamorado, mi canto te toca, suavemente te acaricia y te besa en la boca”. Llegará con su invitación al perdón, a la reconciliación, la honestidad, siendo él con su vida misma ejemplo de sus pregones, invitando al “corazón que se enamore o de lo contrario se entristece. Nunca será tarde, nunca, nunca. En cualquier tiempo el amor florece”.


Con su esencia patillalera, aparecerá José Alfonso ‘Chiche’ Maestre, el mismo que vio “a aquel mar diciendo: luna, no te alejes, alumbra más que hoy el amor besa mi playa”, que en otro episodio, el el mismo mar, vio a "una sirena morena de ojos tan lindos, que era la mujer más bella que había mirado y ella decía que lo amaba, que todo el tiempo lo había esperado". Un ser sensible que le canta al amor y al desamor con la pasión de los que aman, los que sufren, pero que al final saben que “hay esperanza en el camino; si alguien se va, la vida sigue, nadie muere”.


Por su parte, Santander Durán Escalona, ahí, entre cantores, evocará ausencias que alejan recuerdos, que develan al cielo llorando lágrimas de amor, a la luna alumbrando, haciendo brillar las gotas de agua en una flor. Invocará los espíritus del viento en medio de un melancólico lamento arhuaco y replicará los añejos cantares de vaquería que dieron origen a su arte.


Y entonces, cuando todos los presentes piensen que es imposible enaltecer más la noche, hará su aparición Rita Fernández Padilla, la juglaresa, con su encanto femenino, haciendo metáforas cantadas al amor, o mejor, a "una fuerte montaña era como tú al comenzar el tiempo, pero pronto el invierno todo lo arrasó, solo queda una historia, una historia de amor que me demostró que frágil eras tierra, tierra blanda y liviana y no que creía tener mi montaña”. Ella con su canto dará lecciones de amor propio, del arte de soltar, de alejarse, para que aquello que duele termine convertido en una “sobra perdida, vagando en recuerdos de ayer”.


En ese, el turno de las féminas, se sumarán tres más: Lucy Vidal, con una voz extraordinaria, con un don especial para cantar, para desafiar a quien "se atreviera a mirar mi corazón, comprendía en el instante que yo soy vallenata, tiene figura de acordeón y sus latidos son un canto”. Wendy Corzo, rostro joven del vallenato femenino, mostrará con hechos, con su acordeón, porqué su nombre hoy aparece en primeros lugares de historias como la del Evafe (Encuentro Vallenato Femenino) y el Carnaval de Barranquilla, como reina vallenata, como Congo de oro, como mejor instrumentista. Gran responsabilidad de este vuelo se Wendy recae en Sandra Arregocés, La Pilonera, líder junto con su esposo Hernando Kuky Riaño del movimiento Evafe que hoy tiene a cuatro centenares de mujeres ejerciendo su arte musical. Ella, Sandra, estará ahí, haciendo gala de toda la ancestralidad musical y poética que la habita y que le brota en forma de cadencias versificadas en las que subyace el amor y que la corazón lo hacen sentir cosas bonitas.


Y es que el vallenato integra, no sabe de fronteras; es, desde el Magdalena Inmenso, una identidad que hoy se ha hecho patrimonio del mundo. En este contexto musical, Valledupar deja de ser la capital del Cesar para entenderse como el grande valle del Cacique Upar, con relieves guajiros, cesarenses, magdalenenses y de donde quiera que el sonido de un acordeón, una guitarra, una voz o una poesía consigan estremecer corazones.


Por eso recibirán con los brazos abiertos a Marciano Martínez, ‘el más humilde’, procedente de La Junta, en La Guajira, quien arribará al Loperena certificando en su voz lo que siempre ha pregonado su espíritu, que quiere "saludar a todos, todos son amigos míos, quiero entusiasmar la vida de los corazones fríos”.


Para que no queden dudas de esa integración que propicia este folclor universal, acudirá Beto Murgas, diciéndole al Valle: "Yo soy tu pregonero, el que canta bonito los versos del pilón. Te diré que yo soy el de sangre mezclada, el que narra tu historia con caja y acordeón. Yo soy chimila, soy bullerengue, soy andaluz, pero nativo… Soy nativo del Valle, también de La Guajira y de Francisco el hombre, del Valle del Cacique”.


Habrá espacio para los cantos profundos, románticos, de identidad territorial, de apego por las costumbres, los amigos, las "fortunas del hombre enamorado cuando vive apasionado de un amor correspondido, es dichoso entre amigos y parrandas, tiene música en el alma y alegría en el corazón”, justo como llegará Sergio Moya Molina a cantar sus sentimientos.


Y por supuesto, habrá lugar para cantarle a las usanzas y la jocosidad propia de este Macondo, personificadas por Andrés Beleño en María, la que “no coge la escoba, no coge la plancha, por la cocina no pasa, porque eso y que la marea, pero la encuentro en la plaza meneando la batea”, o a la mujer aquella que "quiere vivir como las campaña".


Así mismo, las notas del acordeón de un rey de reyes, un hombre de dinastía, un músico en cuerpo y alma, Hugo Carlos Granados, explicarán con sus pases y rutinas por qué el acordeón se vino desde Alemania para enamorarse en el Valle del Cacique Upar y convertirse en líder de la manifestación cultural, patrimonial, inmaterial llamada vallenato.


El valor agregado de esta noche de compositores y exaltación del amos y la amistad es que quienes acudan al Loperena, además de vivir una noche sublime de bohemia, estarán apoyando -con su cover, que es mínimo- el proyecto de la Escuela Taller Herramientas de Paz, porque como muchos de estos poetas cantores lo han vivido, el vallenato también es una herramienta para construir paz.


Y bien entrada la noche, cuando se acerque la tercera vigilia, cuando todos los corazones estén embriagados de amor y poesía, entonces sí habrá lugar para que entre la madrugada, para que sea allí, en ese ambiente, donde pueda refugiar su brisa.




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