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Aldayr Ortega

La recocha es una cosa y el vallenato otra


Panorámica de El Plan. Foto Mariaruth Mosquera

Desde que era un niño, ya corría por mis venas la herencia musical de mi padre: viví, crecí y me críe entre muchos músicos y folclor vallenato. Mi infancia transcurrió también entre unos hermosos parajes, entre serranías: Manaure, pueblo en el que por primera vez escuché – en el traspatio de la casa de mi mamá Belia – entre sacos de café, el acordeón de Rafael Salas y de otros tantos que tengo guardados en la memoria del corazón; en El Plan, donde jugando de niño escuchaba ya tocar al Viejo Emiliano. Frente de mi casa vivía Juan Manuel Moegues, compositor de La Gira, compadre de mi mamá. En esa época disfruté de los más exquisitos paseos provincianos: Urumita, Villanueva, Fonseca y la Guajira en pleno, con todos sus encantos.


Todavía retumban en mi cabeza las innumerables parrandas en la casa de mi padre, Hugues Martínez, en Valledupar, parrandas adornadas con la puesta del sol y los acordeones de Colacho Mendoza, Emiliano Zuleta, Gustavo Gutiérrez, donde hasta un mago presentaba su número: el mago Borletti.


Y fue precisamente la cercanía, a lo largo de mi infancia, con todos estos juglares, lo que me permitió hacerme un concepto propio del significado de lo que para mí es el Vallenato.


Muchos dirán que no soy la persona indicada para hablar sobre folclor vallenato, por esa forma en como lo interpreto. Y es que yo no he usado caja, guacharaca ni acordeón en mis proyectos musicales, sino que he acompañado mis cantos vallenatos con piano, bajo y batería, paseándolos por otras músicas – el bolero, las rancheras – que también se escuchaban en las parrandas que viví cuando niño.


Recuerdo que un día del año 1993 escuché un disco de Carlos Vives llamado Clásicos de la Provincia. Me sentí muy orgulloso de mi tierra, puesto que Carlos había podido llevar tan lejos su música, nuestra música, sin perder su esencia. Fue como volar sin antes haber volado, fue como los diciembres que esperaba un nuevo disco de Jorge Oñate o del Binomio de Oro, cuando los que crecimos en esa época nos peleábamos por quién tenía el mejor casete. Carlos me hizo rememorar tiempos idos y eso siempre se lo agradeceré.


Lo que quiero decir en este escrito, sin ánimo de ofender a nadie, es que la recocha es una cosa y el vallenato otra. El vallenato es poesía. Y el que se sienta aludido que tire la primera piedra.


El vallenato clásico sigue llevando para mí la bandera, por su narrativa, por sus historias contadas en forma natural, por la calidad de sus compositores (Rafael Escalona, Carlos Huertas, Gustavo Gutiérrez, Fernando Dangond, Máximo Móvil, etc.) y por la impecable interpretación de sus cantores (los hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Silvio Brito, Diomedes Días).


La música es una actividad humana, la música en general, y es una responsabilidad de quienes la hacemos ponerla en el lugar que se merece. Cualquier música puede ir y volver a otros géneros, por muy lejos o cerca que estén; claro, debe existir articulación, debe haber un gusto por ambos géneros, de ida y vuelta. Si un canto vallenato te hace sentir lo mismo a la hora de juntarlo con el jazz, el bolero o el flamenco, se ha logrado el objetivo: el respeto por los géneros, por su esencia.


El vallenato no puede involucionar, cada nueva versión de las cosas que salen es una suma universal, un compendio de lo que ha sido ese género en la historia. Yo creo que el género no cambia, lo que cambia es la manera de difundirlo y lo que se considera moderno cuando lo novedoso es más importante que lo original. Pero los músicos siempre sabemos dónde está lo puro de cada género, y siempre estaremos luchando y creando para mostrarle a la gente cuál es la mejor opción.


Siempre habrá buenos músicos haciendo buena música en cada género, lo que se cierra cada vez más es la posibilidad de que la gente se dé cuenta de eso, y siempre se piensa que lo que suena en los medios es lo único que hay, pero no. Lo que suena en los medios es lo que suena en los medios, pero no es todo lo que hay. Así de simple. Entonces la evolución o la involución de un género dependen de la lectura que está haciendo la población. Si a mí me preguntan si el vallenato está involucionando, yo les diría: ¿cuál? muéstrame dónde. No podemos decir que un género involuciona simplemente porque los medios están pasando otras propuestas. Para mí un género va a estar en evolución en la medida en que va sumando posibilidades y se va adaptando a sus tiempos, pero siempre conservando sus versiones puras.


En mi caso particular lo que hago con el vallenato es rodearme de aquellos músicos a los que admiro, buscando con ello compartir conocimientos y planear el resultado de mi idea. Uno puede saber el resultado final de un experimento, sobre todo si lo planificas bien, pero no sabrás si dicho experimento cumplirá con las expectativas propias y de terceros. Eso siempre será una sorpresa. La música siempre debe llevar unidad y variedad, no importa qué tan alejado se esté de lo puro, puesto que la música, cuando es buena, justifica sus variaciones si quien la está produciendo sabe lo que hace. Nuestra responsabilidad, la de los músicos, es darle su lugar: el suyo, el único, el que solo ella puede y debe tener.


Tomado de Enfoque http://www.enfoquevallenato.com/la-recocha-una-cosa-vallenato-otra/

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